Lobos y corderos
Capítulo I: Bienvenido al infierno
- J. A. Valenzuela
"—Nuestros niños ya ni siquiera están seguros en sus escuelas, mientras se supone es un entorno seguro para que aprendan. ¿Qué están haciendo las autoridades para evitar que esto vuelva a suceder?
—Ese tipo de muchachos desequilibrados deben estar separados de las personas normales. Miren lo que ese monstruo ha hecho... ¿Qué debe de tener en la cabeza para cometer tales atrocidades?
—Siempre son los inocentes los que sufren ¿Cómo es que sus papás no se dieron cuenta del loco que tenían en casa?"
—Pues, así las cosas, amigos. Mientras las autoridades se echan unos a otros la bolita de la responsabilidad, cuatro familias han sido destruidas. Todos lloramos la ausencia de sus hijos.
Tres años antes
El muchacho
Todo comenzó cuando nací, o eso supongo. A medida que fui creciendo el destino me dio sorpresas. Todos me han dicho que si la vida da limones debo hacer limonada y otras mierdas de psicología barata. Otra historia de escuela, solo otro tipo jodido.
En la primaria fui líder de mi grupo de amigos, tenía calificaciones decentes. Tenía amigos... Era bueno en futbol y siempre querían estar a mi lado, me elegían para ser el capitán y las niñas iban hasta mi casa para jugar y pasar el tiempo conmigo.
Todo eso cambió cuando entré a la secundaria. Mi padre consiguió trabajo nuevo así que nos mudamos a otra ciudad. Desde que vi la secundaria intuí que no iba a encajar. Los buenos días se acabaron cuando cumplí doce.
Lo más notorio es que soy más bajito que los de mi clase, y aunque no debe afectarme, lo hace. Es obvio, el cambio es demasiado brusco: en último año de primaria fui de los más altos mientras que ahora parezco una tachuela. Soy visto como un enano inseguro, un ratoncito miedoso.
Pensaba que sería parecido a la primaria, pero ¿de qué hablar? A nadie le gusta mi música y a la mayoría le dan asco los insectos, tampoco se interesan por las caricaturas que veo ni por las computadoras. En el salón me siento hasta adelante y como no me hablan mucho, me concentro en las clases así que mejoro mis notas sin necesidad de estudiar; simplemente pongo atención a lo que dicen los profesores y listo. Hay niñas que me llaman la atención y otras que realmente me gustan, pero ninguna me hace caso, ni siquiera saben de mi existencia. Prefieren los chicos de segundo o tercero.
Rápidamente me convertí en el favorito de los profesores ya que sólo miro al pizarrón (¿A dónde miraría? No hablo con nadie) y contesto a sus preguntas. Los demás me tienen tirria, antes pase desapercibido y ahora soy el típico idiota al que molestan cuando empieza la clase, y al terminar también... Preferiría ser invisible.
Mi padre me lleva a la escuela y me recoge así que a veces llego más temprano y otras me quedo más de la cuenta al terminar la escuela. Soy objetivo fácil, estoy a la intemperie de cualquiera que quiera burlarse, generalmente los ignoro, pero cada vez es más difícil. ¿Por qué se la toman conmigo? ¿Qué les he hecho? Ni siquiera les hablo.
Dejo de salir por las tardes. Me vuelvo más callado y así me encarrilo en la decadencia. Comienzo a tener malos pensamientos, oscuros pensamientos...
Cuando llego por las mañanas todos hablan (como si me presumieran) de lo que hicieron el día anterior, de las fiestas a las que asisten y esos asuntos sociales. Yo no tengo nada que presumirles salvo las películas de monstruos y los juegos por ordenador.
Cosas que a nadie le interesa escuchar.
Pasa el tiempo y como suele ser, los bichos raros se juntan o se quedan segregados en el rebaño de ese conjunto de idiotas que deambulan en pequeños grupitos de idiotas, listos para formar parte de la idiota sociedad. Mientras, los segregados, nos limitamos a mirarnos durante el receso como monos en el zoológico hasta que alguno rompe silencio, pero entonces es demasiado tarde y el recreo ha terminado. Cada día más solo e incomprendido.
Las burlas pasan a ser zapes o pequeños empujones. Al principio trato de defenderme, soy callado mas no estúpido y tampoco dejado. Puedo ignorar los comentarios, pero no la agresión física... El defenderme lo agravó todo. Fue como... no sé cómo es, ese tipo de personas -las que se creen mejor que los demás- hacen todo lo posible para sacarme de quicio. Me provocan hasta que reacciono y luego se sienten los ofendidos por las consecuencias. Mierdecillas. Patean el avispero y se sorprenden cuando reciben piquetes.
Los "tipos rudos" le hacen al estúpido y eso -inesperada e inevitablemente- atrae a las chicas. Así es como demuestran su valía en la jungla estudiantil. Y las hembras se deslumbran por ello. Entonces tengo que defenderme par ano convertirme en su diversión. <<Es cosa de niños, así son los jóvenes>> dicen los demás, pero luego, cuando todo aumenta de dimensiones y se sale de límites comienza a llorar por sus blanco e inocentes corderitos. Hipócritas de mierda. Se creen hombres por hacer llorar a otros, pero luego actúan como los niños asustados que son.
Como sea, el tratar de defenderme solo aviva las llamas. Todo empeora. En mí se concentran las burlas. Bolitas de papel que llevan escrito insultos aludiendo a una falsa homosexualidad. Por más que me las quito y trato de devolver "la broma" (porque para esos asquerosos cobardes siempre son bromas, sobre todo cuando los atrapan los profesores) todo se pone peor. Es un ciclo vicioso.
Cuando siento que no puedo más, una chica entra a la secundaria.
Comienzo a hablar con esa preciosa muchacha que se sienta a mi lado. La chica se llama Sharon y, al igual que yo, es seria y centrada en sí misma. ¿Por qué a los profesores les encanta que formemos grupos para exponer los temas? Necedades de viejos flojos sin imaginación.
Sharon es la primera compañera con la que hablo y eso que estamos a mitad de ciclo. Sí, me tardé medio ciclo en entablar una conversación agradable con alguien. La chica está obsesionada con Johnny Depp, un actor de películas que no he visto, prefiero la ciencia ficción y el cine de monstruos.
Ella trae fotos de su romance imposible pegadas a sus cuadernos. No puedo concebir que alguien se obsesione tanto con una persona que ni conoce. Será que me falta la pasión que ella tiene.
El hablar con ella me hace dar cuenta de que realmente no me apasiona nada (de modo especial), claro que disfruto las cosas, pero no me ilusiona nada. En fin, el meollo del asunto es que nos encargan hacer comerciales para radio de una clase que no parece estar conectada con el mundo real, como la mayoría de las asignaturas. ¿Soy yo o realmente los profesores no le dan un enfoque real a sus clases? Parece que escupen el temario igual que siempre.
Sharon hace casi todo, me concentro en escribir el pequeño guion del comercial, ella narra y edita. Queda bastante decente, parece profesional. Cuando en el salón se escucha nuestro trabajo, las risas pasan a ser sonidos de admiración y por un momento somos los mejores del salón. Pero como siempre, esos que quieren tener la atención hacen algunos chistes estúpidos que les vale la reprimenda del profe. Sharon y yo regresamos a nuestro lugar, último término.
Después de eso algunas chicas -las más aplicadas-, comenzaron a hablarnos. Las chicas son distintas, son lindas y tranquilas; y aunque hablan de cosas que no conozco ni me interesan, es mejor pasar los recesos en el salón con ellas a estar afuera a merced de la suerte que pudiera tener con los tipos rudos, los lobos. Además, entre ellas está Silvia, la chica más bonita de toda la escuela. Así que paso tiempo a su lado, pero empeora la imagen que tengo ante esos imbéciles.
Comienzan a llamarme marica por estar rodeado de niñas. No importa lo que piensen, pero ¿qué tal que Silvia le preste atención a esas estupideces?
Así transcurre el primer año entre empujones, pelotazos cuando estamos en clase de educación física, lanzamientos de borradores y las malditas bolas de papel ensalivadas. A los lobos les encanta arrancar hojas de sus cuadernos y rumiar pedacitos para lanzármelos. Las bolitas caen en mi cabello, uniforme y manos. En todas partes aterrizan sus asquerosidades. Me defiendo, por supuesto, pero siempre que lo hago me meto en problemas pues a los estúpidos profesores -al tenerme enfrente- les es fácil regañarme sólo a mí.
Jodo mis registros de disciplina y me peleo en un par de ocasiones. El grupo de los lobos agorilados viene contra mí. Hacen su círculo y me empujan, cuando me acerco a uno para golpearlo los otros me empujan y tiran patadas. Cobardes. Salgo mal parado, son demasiados y no pelean limpio.
Se divierten con mi sufrimiento.
Poco a poco comienzo a quebrarme, a sentir miedo... Estoy siempre a la defensiva. Me la paso cansado.
Mamá comienza a regañarme por los uniformes rasgados y llenos de distintas suciedades, los lobos me lanzan cualquier cosa que tengan a la mano y aunque trato de esquivarlas, ellos siempre están al acecho. Malditos lobos psicópatas, pendientes de todo lo que hago. Mamá me castiga por no cuidar mis pertenencias. A ellos les encanta hacer maldades con las mochilas y cuadernos. Gente enferma.
En medio de insultos, golpes y suciedades, termina primer año; el más tranquilo de los tres...
- J. A. Valenzuela
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