Eso era un ser despreciable, ruin y asqueroso. Tan egoísta que solo se preocupaba por sus intereses, no le importaba herir a los demás con tal de conseguir sus objetivos.
Ese demonio era de carne y hueso, tenía nombre y apellido. Era humano.
Sé que no siempre fue así, antes era una buena persona, pero diversos motivos -que nunca se entienden por completo- lo hicieron cambiar.
Supongo que se cansó de ser bondadoso, tenía malos ratos y siendo sincero ¿quién no los tiene? Se fue rodeando de cosas que envenenaban su mente, ideas oscuras y moralmente incorrectas. Su inocencia cambió por la realidad, se vistió con una armadura de egoísmo y entonces su juicio se nubló. No me hubiera interesado si no se hubiera metido conmigo.
Empezó con bromas y palabras sin gracias, intenté no hacerle caso, pero fui cayendo en su juego. Fui un "mente débil" como él solía decir. Una vez que lo empecé a escuchar ya no lo pude dejar de oír. Sus palabras me herían, pero fingía que no me importaba y lograba soportarlo hasta que llegaban las noches -que es cuando uno se quita las máscaras- pensaba en todo lo que había dicho, siempre cosas malas. Esa cosa, que una vez fue mi amigo, siempre se fijaba en mis fallos y faltas.
Recuerdo que al principio cuando comenzó a cambiar, intenté aconsejarle que no se dejara llevar por esa oscuridad. Fue muy tarde, dijo que hace mucho tiempo estaba en tinieblas, que no lo noté porque era egoísta. El mal solo se ve cuando se exterioriza.
Asesiné a ese demonio porque hería, mataba y engañaba. Sus actos fueron in crescendo hasta que no lo pude tolerar. Me alejé, pero de alguna u otra manera siempre me encontraba, no podía evitarlo. Se formó una relación simbiótica. Comencé a planear la manera de eliminarlo. Quitar un mal del mundo. Eliminar el problema de raíz.
El mal crece y se alimenta de la inacción. Lo que comenzó con pequeños robos a las mochilas de sus compañeros pronto se convirtió en golpizas, acosar hasta tal grado de provocar un suicidio. ¿Qué tan enfermo debes de estar para hacer que otra persona atente contra su vida? Una mierda de persona, un demonio.
Un día subimos a un edificio de 7 pisos. Quise empujarlo desde la azotea, pero cuando estaba a punto de hacerlo, algo me detuvo. Un instinto poderoso, una fuerza invisible me dictaba que NO debía hacerlo.
El tiempo pasaba y cada vez era más difícil estar con y sin él. Era más adictivo, más asfixiante e insoportable, pero sólo cuando estábamos a solas. A ojos de todos él era un chico modelo. Nadie sospechaba de lo que me hacía en soledad. Es raro porque lo necesitaba, cuando no lo escuchaba sentía que me hacía falta. Desarrollé una enfermiza dependencia hacia él.
Todos estos factores hicieron que mis nervios se fatigaran, hasta tal punto que colapsé.
Una mañana neblinosa, le propuse ir a correr por la autopista 119 (algo inusual pues siempre íbamos al gimnasio en el que me compartía sus ideas violentas, racistas y homicidas). En determinado punto del recorrido hay un descanso junto al acantilado. Algunos aprovechan para tomar fotos y luego subirlas a internet. El mar estaba agitado, las olas chocaban con violencia en las rocas puntiagudas del fondo.
Al llegar al mirador -y como si leyera mis pensamientos- el demonio se detuvo a contemplar el grisáceo paisaje. Apenas se colocó en la orilla y sin pensarlo, hice lo que no pude en aquel edificio.
Lo empuje...
Mientras caía sentí la expresión de terror en sus ojos. No había vuelta atrás, todo estaba hecho.
Me faltó el aire en los pulmones, los segundos duraban eternidad. Mis músculos se tensaron, estaba rígido. La vida en un segundo. Millones de pensamientos, recuerdos y sensaciones encapsulados un latido.
El demonio se perdió en el agua, se me quitó un gran peso de encima, como si me quitaran una loza de cemento del pecho. Me liberé. Terminó todo...
Me quise marchar, pero no pude, algo no me dejaba hacerlo. El dolor y recuerdo me atormentarían y mantendrían anclado a este lugar.
Horrorizado vi lo que acababa de hacer. ¿Cómo fui capaz? El demonio tenía razón, éramos iguales al provocar sufrimiento.
Me di cuenta de que éramos el mismo.
Suicidio... Murió un demonio.
- J. A. Valenzuela
Siempre habrá algo que detone que nuestros demonios salgan a flote por escondidos que creamos tenerlos. 😉
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