I
La mañana llegó a Barritz. Después de aquella mermada comunicación por radio no volvieron a saber nada del grupo de la camioneta tres. Betsy limpió la nieve, primero en las calles y luego a la salida junto al puente. Al parecer había caído un poco más de nieve en el puente que en el pueblo. William, el operador de Betsy había visto muchas auroras boreales, pero nunca una como la de anoche. Esas auroras parecían girar alrededor del Revelación. A él y al pueblo en general, les pareció una escena de las películas sobre el fin del mundo que tanto gustaban a la gente. A todos nos gusta la destrucción, hasta que está en nuestro patio. Personalmente a él le recordó a La guerra de los mundos. Le dijeron que había un grupo de turistas liderado por Ted -un buen tipo, muy responsable en su trabajo-, estaba atrapado en el Revelación y que la comunicación se había perdido. William estaba confiado en que todos estaban bien. Ted era un experto en la nieve y la supervivencia; además, solamente pasaron una noche allá arriba. ¿Qué tan malo podía ser?
II
Dave iba en la primera camioneta de rescate conducida por Bort, Paul los seguía justo detrás. Ambas seguían a Betsy quien les limpiaba el camino. Todos estaban atentos por si observaban cualquier anomalía. Algún indicio de desastre, por suerte no parecía haber habido avalanchas. Aunque el Revelación no era propenso a avalanchas, siempre estaba la posibilidad. Dave miraba alternadamente al camino y a su computadora. El GPS de la camioneta seguía activo, así que sabían exactamente en dónde se encontraba. O eso esperaba. Después de que se fue la electricidad todos sus aparatos comenzaron a fallar, según Ian -el informático en jefe-, fue una afectación por las auroras boreales. Y aunque Dave ya sabía esto, nunca antes habían sufrido una alteración así. Las tormentas solares también afectaban -en cierta medida- a los sistemas eléctricos, pero no a ese grado. Además, no había alerta por estos fenómenos.
El localizador de la camioneta se apagó de pronto. Dave miró al frente en busca de respuestas. Las faldas del Revelación eran como siempre: pinos y abetos escarchados de nieve, blancura en el suelo y calma en el ambiente. Si no hubieran visto la tormenta el día anterior nadie lo creería.
No fue sino hasta veinte minutos después que tuvo la primera noción de algo. Allí estaba la camioneta estacionada en el mismo punto que había dicho la computadora. Bien, al menos los sistemas no tenían errores, podía confiar en ellos. La altura de la nieve era suficiente como para cubrir las llantas, pero como el vehículo estuvo encendido toda la noche, la nieve no se acumuló a su alrededor. Bort se estacionó a escasos metros de la camioneta. Dave se bajó apurado.
—¿Hola? ¿Ted? —gritó mientras se acercaba. Temía lo peor. Pero lo que no encontró lo asustó más.
No hubo respuesta. Si ellos no estaban allí significaba que habían salido. Con esperanza se regresaron a la cabaña en la cima. Abrió la puerta solo para descubrir que estaba vacío. Había una envoltura de chocolate en el asiento del copiloto.
—¿Hay algo? —preguntó Bort.
—Nada —contestó Dave, a primera vista no lo vio, pero luego su cerebro notó algo que no debía estar allí. O era muy extraño que estuviera—. Espera, creo que encontré algo.
Dave se metió medio cuerpo en la cabina sin subirse a ella, luego se enderezó mostrando una radio roja. La radio de Ted.
—Quizá esté cerca —dijo Bort sin pensarlo realmente. Ningún guía dejaría algo tan importante como su radio—, pero no veo huellas.
—¿La nieve las habrá borrado?
—Puede ser —Dave echó otro vistazo al interior de la camioneta—. Pero no hay rastros de nieve en el interior, ni tierra ni nada. No hay huellas.
—¿Qué hacemos?
—Que nadie se acerque a la camioneta. Subiremos a la cabaña —anunció con voz seria.
Cuando llegaron a la cima, vieron la cabaña rodeada de nieve. La altura llegó a unos 40 centímetros, salvo en las ventanas en donde curiosamente la nieve llegó a la mitad. una forma extraña de que la nieve se juntara solo allí.
Desde dentro, Marla, Lou y Cindy escucharon unas voces que los despertaron. No supieron cuánto tiempo habían dormido, pero se sentían revitalizados. Marla ya no tenía ninguna molestia y, por un momento, se olvidó de Eduardo. No fue hasta que miró a Lou abrazar a Cindy que recordó que le faltaba algo. Lou fue el primero en levantarse para abrir la puerta. Al hacerlo miraron a sus rescatadores, les pareció que era una visión, pero pronto se dieron cuenta de que todo era real.
—¡Al fin, después de tanto tiempo!
Dave y Bort se miraron confundidos.
—¿Están bien?
—Sí —respondió Marla— ¿y Eduardo?
Los hombres se miraron una vez más.
—Primero nos aseguraremos de que estén bien.
Durante el trayecto a Barritz no les quisieron dar información. Los buenos y honrados habitantes del pueblo miraron con asombro cómo las ambulancias bajaban del Revelación, solo supieron que algo había salido mal, pero no tenían idea de qué. ¿Qué pudo haberle pasado a ese grupo de turistas si solamente estuvieron "atrapados" una noche?
III
Cada que alguien entraba en la posada Parrish esperaba que llegara con noticias para ella. Noticias de Eduardo. Claro que los demás continuaban perdidos, pero honestamente, su única preocupación era Ed. Después de que la valoraran en la ambulancia y determinaron que tenía un simple resfriado que afortunadamente no se agravó. Sin embargo, Eduardo no apareció en la primera expedición de rastreo, ni en las otras dos que habían hecho. Trevor y Ted tampoco.
Además de Tierras Polares, la policía y bomberos se había unido a la búsqueda junto con diversos cuerpos de rescate. Marla decidió quedarse en la posada decidida a no irse sin Ed. Su familia le rogó que se regresaran con ellos, y las estadísticas decían que entre más tiempo pasaran perdidos menos oportunidades habría de encontrarlos vivos. A ella no le importaba. Los días se sucedían uno tras otro sin noticia positiva. Ni negativa.
Había tantas preguntas y pocas respuestas. Para empezar ¿Cómo fue que ellos pensaron que la tormenta duró varios días cuando en realidad fue un evento de una noche? Los doctores trataron de explicarlo como un caso de psicosis o histeria colectiva. Pero un caso de "solo histeria" no explicaba cómo fue que bajaron al menos hasta tres kilos en una sola noche. La comida enlatada se había acabado, así como la leña de la cabaña -Tierras Polares tenía un inventario muy exacto con sus víveres- en una sola noche. Era imposible.
Marla le comentó a Dave sobre la primera expedición de Ted, y todas las anomalías que se vivieron durante esos días. Dave pensó en las interrupciones de la radio, aquellas extrañas transmisiones entrecortadas en las que Ted pedía ayuda. La tormenta había sido de lo más inusual. Las fallas en la electricidad eran relativamente comunes cuando caían nevadas, pero que los ordenadores y el demás equipo electrónico fallara... Nunca le había tocado.
Marla estuvo preocupada, todavía lo estaba, pero ahora era como si aceptara que Ed no iba a regresar. No era que lo deseara, pero esa voz en su interior no se callaba. Era como un susurro extracorporal, no solo su consciencia -no había hora en la que no se lamentara por haber permitido que su novio saliera a esa estúpida misión-, sino algo más. Algo casi sobrenatural...
Las expediciones de búsqueda también dejaron de buscar sobrevivientes, ahora esperaban encontrar los restos -y con suerte los cadáveres para darles cristiana sepultura-, no lo dijeron, pero era algo que se leía en sus miradas. Sobre todo, en el dueño de Tierras Polares. Le dolía haber perdido a su mejor guía de turistas. Caballerosamente había accedido a pagar todos los gastos (en caso de encontrar los cuerpos) de los funerales aun y cuando las responsivas no especificaban que debía hacerlo. Hurra, gran detalle pensó con sarcasmo. Cada que veía el Revelación -vigilante, majestuoso, tenebroso- por la ventana pensaba en cuántas personas se había tragado la nieve. ¿Cuántas historias estaban enterradas bajo la nieve? El Revelación era un lugar maldito, lleno de misterios y confusiones.
Las historias no deberían terminar así, las personas jóvenes y enamoradas no deberían desaparecer así nada más. La vida no podía ser tan cruel como para quitarle la oportunidad de equivocarse. ¿Por qué? ¿Por qué a Ed? ¿Y por qué a ella? ¿Cómo podía continuar después de lo que pasó si ni siquiera entendía qué sucedió?
Nadie entendería nunca el desfase temporal ni las consecuencias que trajo en las personas que protagonizaron lo que fue llamado por la prensa como El misterio de Barritz...
IV
Casi un año después Marla seguía esperando respuestas. No como al principio, pero tenía la esperanza de que algún día el teléfono sonara con la llamada que le confirmara que habían encontrado los restos de Ed. Pero el tiempo fue pasando y las semanas transcurrieron, el teléfono dejó de sonar. Y en verdad, eran pocas las llamadas de las autoridades; la mayoría eran de creadores de contenido, blogueros, periodistas y, sobre todo, youtubers que querían conseguir su testimonio. Claro, la comunidad de creadores de videos por internet se vio conmovida por el misterio, sobre todo porque desapareció Trevor Feranka, youtuber más o menos conocido.
Todos querían hacer leña del árbol caído ¿y quién no se aprovecharía de aquello? Supo que a Cindy y Lou les pagaron más o menos bien por ir a entrevistas y contar su historia de supervivencia. Se escribieron uno o dos libros del caso y el misterio sirvió de inspiración para aquellos escritores faltos de ideas que quisieron aprovechar la ola de publicidad. A ella también le ofrecieron esos cinco minutos de fama, y pudo venderlo bastante bien, pero no lo hizo. No era que se creyera moralmente superior, pero era demasiado inhumano hablar de la desaparición de sus compañeros, en especial de Ed.
Hace poco había visto un video documental, de los pocos que habían tratado el caso con respeto y sin alterar los hechos -los pocos datos que se conocían- para hacer más atractivo el producto. A eso no reducimos, somos simples productos de entretenimiento pensaba con acritud. El muchacho que narraba aquel documental terminó el video con una frase que le hizo romper en llanto:
"La última línea escrita en el diario de Trevor: llegamos al aeropuerto de Anchorage, el grupo es pequeño y amigable. Me pregunto qué nos espera en este viaje ¿Qué nos encontraremos?"
FIN
EPÍLOGO
Trataba de llevar una vida sencilla sin nada que tuviera que ver con viajes, aviones o nieve. Había guardado las fotos en las que ella y Ed se abrazaban, comían o bailaban en innumerables escenarios de fondos. La vida continúa, se quiera o no. Poco a poco dejó de soñar con Ed, ya no recordaba su voz y aunque los primeros meses reproducía los videos en los que estaban juntos, ya tenía tiempo desde que no abría aquellos archivos.
Seis meses después de que hubiera visto aquél video recibió una llamada de Tierras Polares, en otro viaje al monte Revelación un grupo de turistas encontró algunos restos de los desaparecidos.
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos y hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales son pura coincidencia.
- J. A. Valenzuela
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