Hay cosas que uno nunca debería leer, cosas que estabas mejor sin saber. Nombres malditos, escritos que condenan. Palabras necias que te arrastran a un espiral de caos y desesperación. Pero nuestra curiosidad es más fuerte que el sentido común...
¿Has tenido esa sensación de que te están observando? Muy probablemente sí. Casi todos nos sentimos vigilados en algún momento del día, o quizás la noche... Durante la ducha, al mirar el televisor, mientras duermes, justo ahora.
Esa sensación no descansa, siempre está presente. No estás loco. Ellos te observan, te analizan. Tienen nombre: los centinelas.
Esas sombras que ves pasar, las que apenas percibes por el rabillo del ojo no son una ilusión ni un juego de luces. ¿Qué buscan exactamente?
Son entes guardianes de una dimensión paralela, una dimensión espiritual menos densa, más etérea. Lo que algunos llaman el bajo astral. Vigilan tu comportamiento esperando el momento adecuado para mostrarse ante ti. Una vez que los ves ya no hay vuelta atrás. Comienzas a ver sombras con mayor frecuencia y quizá hasta empieces a oír ruidos. Al principio les tratarás de dar una explicación natural: es el crujir de las maderas, la expansión de los muebles por el calor; es el gato o el perro. Pasado el tiempo no hay explicación que te satisfaga. Todo se vuelve antinatural y lo sabes.
Durante la noche te despiertas, ves una sombra muy definida al pie de tu cama, mirándote. Tu respiración aumenta y el pulso se te acelera. No te puedes mover, pero observas lo que hace. Se aproxima lentamente, como deleitándose con tu desesperación, flotando sobre ti. No ves su rostro, no del todo. De pronto ya es muy tarde: sus ojos rojos son todo lo que ves. Cierras los tuyos para ignorar la siniestra imagen... Nada volverá a ser como antes, el centinela se quedó grabado en tu ser.
Después de esa noche tu vida se convierte en un infierno. Ves rostros malignos en todas partes. Sientes que "algo" te persigue. Le temes a la soledad que antes buscabas porque crees que al estar rodeado no te pasará nada... Te equivocas. NADA los detiene.
Desarrollas una fuerte paranoia, tus nervios colapsan por tanta sobreestimulación. Cierras los ojos para no verlos, pero ellos ya se han apoderado de tu imaginación. Les perteneces.
Sin embargo, tú conoces a los centinelas desde hace mucho tiempo. De bebé los veías y te reías sin motivo aparente. De pequeño, cuando -según los adultos- hablabas con un amigo imaginario, eran ellos. Tus padres, abuelos y tíos te enseñaron que "eso que ves" es tu ángel de la guarda. No había razón para temerles, ellos te cuidaban ¿no?
Te preguntas porque a ti, no has hecho nada malo para mereces este castigo, esta tortura real que solo tú puedes ver, sentir, percibir... Le comentas a tus allegados de tu situación. La mayoría no te creen y los que sí, te mandan al psicólogo o a la iglesia más cercana.
Nada ayuda. Todo empeora cada vez más. No hay una razón en especial para que te eligieran. Eres parte de un juego. Para ellos no eres más que energía. Se alimentan de ti, por eso tratan de jalarte con ellos. Se divierten al ver como sufres en soledad, juegan con tu mente y tratan de perderte en tu propia mente.
Convierten tus sueños en pesadillas. No puedes aguantar más.
Antes de jalar el gatillo, de saltar al vacío, de tomar esa copa de veneno; antes de terminar con tu patética existencia recuerdas la causa que desató esta caótica locura de aberración antinatural. El motivo de que tu vida se volviera el significado de doloroso pánico. Lo único que hace que los atraigas a tu vida, saber quiénes son y llamarlos por su nombre: los centinelas.
Ahora ya sabes lo que te espera. Bienvenido al club de los condenados. Buena suerte.
-J. A. Valenzuela
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Me atrapó de principio a fin, es muy bueno tu escrito👍👍
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