Necrópolis

A veces recuerdo como llegué aquí. Recuerdo mi vida y todas las personas que estaban en ella; mis padres, amigos y familiares. Recuerdo mi música, cuyo volumen nunca era suficiente, mis libros que me transportaron -durante incontables noches en vela- a aventuras plasmadas en papel.

Ahora que estoy aquí valoro lo que ya no puedo tener nunca más, ahora valoro la vida. Esa vida que tuve y que tal vez no supe aprovechar, no del todo. Cuando me pongo a pensar de mi pasado siento que apenas viví. 

La noche es eterna en este lugar, estamos atrapados en nuestros pequeños espacios oscuros y húmedos. No podemos salir mucho, pero cuando lo hacemos no nos alejamos demasiado de nuestras criptas. Es algo que nos atrae, como un imán. Aunque a veces juntamos tanta energía como para viajar a esos lugares especiales y alejados.

Estaba lloviendo el día que me dejaron aquí enterrado, tal vez el cielo lloraba por mí igual que los asistentes a mi funeral. Una despedida fría y, que como siempre, no fue suficiente.... Mis padres y amigos lloraban sabiendo que estaba encerrado en esa caja de madera mientras yo los veía desde el otro lado. Una pared invisible y helada me impedía atravesar a su realidad y estar con ellos, quise decirles que estaba bien, que no se preocuparan pues al fin estoy en paz. Una paz solitaria y duradera, eterna. Una paz oscura y melancólica, pero por lo pronto me basta.

Siento que tengo la necesidad de expresarme para no enloquecer pues no tengo con quien charlar, solo y yo y mis memorias me acompañan. Por cierto, no es verdad que recordar es volver a vivir pues sigo muerto. ¿Dónde escribo? En un libro blanco llamado Eterenum. Lo hago para no olvidarme de mi mismo. No quiero ser solo un recuerdo que se borre en el tiempo ni esperarme a que mi alma etérea se la lleve el viento del olvido. Mientras mis letras estén en Eterenum siempre estará esencia en algunos corazones.

Algo extraño que siempre creí cuando vivo era que el proceso donde la vida se transforma a algo más sería doloroso, por eso siempre tuve miedo a la muerte. Llegado el momento entendí que el peor miedo es el que uno se imagina, el morir para mí fue tranquilo, lleno de paz. Atravesar el umbral es una experiencia maravillosa y única. Ahora con seguridad puedo decir que no hay miedo, te liberas de tu cuerpo y toda la presión que ello conlleva, adiós a los dolores y dudas. Es la quietud total y paz en plenitud.

El precio de esa libertad es dejar las vestiduras de carne y piel allí donde está el mío, el de todos: en una oquedad de oscuridad.  

La vida es una serie de eventos desencadenados a ti, infinidad de emociones y sentimientos que se nos van como agua entre los dedos. Ahora no solo estoy muerto por dentro, también desparezco conforme el dolor se va, ahogándome con las lágrimas de todos aquellos que notaron mi ausencia. 

Mi alma se va sumando a aquellos que ya pasaron lo que yo. Apenas siento, casi no soy capaz de percibir el tiempo. Aquí siempre es un eterno presente. Sé que mis tejidos, carne y piel se van pudriendo, solo sirvo de alimento para los gusanos. Esto es lo que soy ahora, un espíritu que vaga en otra dimensión y se niega a dejar ese mundo lleno de misera y desolación. ¡Vaya! ¡Qué bien se sentía estar en ese lugar! No sé a dónde ir y no sé si quiero alejarme de lo conocido para aventurarme en eso que llaman más allá...

Hay cosas que no sé si son reales o solo la ilusión de un mundo que recuerdo con desenfoque. Todo se ve hermoso y frágil: veo algo que se parece a un árbol de hielo o cristal. Refleja una luz que no sé de dónde proviene ¿será un túnel? La copa del árbol es esponjosa y el clima helado, si ya he muerto ¿por qué puedo sentir? 

No sé si de verdad avanzo o viajo en las profundidades de mí pues parece que estoy en ese mundo ideal que muchas veces soñé. Ahora que duermo eternamente tal vez sueñe lo mismo una y otra vez y así le llamen al paraíso, un hermoso sueño. O quizá caeré en esas pesadillas que me hacían llorar. 

Cielo e infierno.

El silencio es el ruido de la mente, la soledad mi compañía. Extraño una palabra de ánimo, una mirada de compasión, una sonrisa aunque sea fingida. El calor de la amistad y la luz del amor no existen aquí, es un sitio precioso, pero frío y oscuro. No hay noche ni día, no hay dolor ni amor. Es una pacífica nada que se convierte en un todo omnipresente.

Recuerdos que te atraviesan como cuchillos cortando con tal rapidez que no tienes tiempo de sorprenderte. Existen otras memorias que se clavan a millones como pequeñas aguas que se entierran lenta y profundamente cada vez más. Eres consciente de lo que sucede, pero no puedes escapar. Solo cuando estás pudriéndote -como yo- lo entiendes. 

Entiendes que has pasado demasiado tiempo preocupándote por la opinión de los demás. Son tantos los momentos perdidos que te deprimen y darías todo por regresar el tiempo para sacarle todo el jugo a la vida, pero ya no tienes nada para negociar.


II (Vampiro)

Camino entre lápidas. Es de noche. En el suelo se ven tenuemente aluzados por los rayos grises de una luna triste. Paredes llenas de jeroglíficos, runas, anagramas y símbolos esotéricos. El fantasma de una joven que falleció en un accidente, una esposa muerta a golpes por su marido... Una leve neblina me rodea, olor nauseabundo a descomposición, alguien dejó una tumba abierta. Mi aroma, mi cuerpo carcomido. Es mi tumba...

Ahora soy un ángel. Diferente, pero hermoso a mi manera. Con mis alas negras, ojos color carmesí y garras asesinas. Sobrevuelo un aquelarre, reunión del 19 de abril. Brujas, duendes, vampiros, hombres lobo, hechiceros y ocultistas invocando al gran dragón oscuro, invocándome a mí...

¿Ya es de día? El cielo es negro y el sol azul marino. Luz roja. Las nubles son blancas y lluvia gris. Un mundo donde una mente retorcida vaga en si misma. El viento quema, ardor agradable. Al anochecer la luna se tiñe de sangre, hermoso espectáculo. Nubes lloran dolor, camino y me baño en aflicción. ¿La sangre es luz y debo buscarla? Un caldero burbujea líquido verde -esperanza- se ve en el monte del olvido rodeado de un río de ácido azul. 

Ahora entiendo, el sol es ácido para mi piel, sus rayos me desgarran la piel que tanto me costó conseguir.

Ha salido una estrella, es morada, quizá sea veneno. No existe bien ni mal, todo depende es subjetivo.

Moral: idealismo carente de una verdadera idea, cómoda ilusión. Un lago de lava a lo lejos se ve, nadar es apetecible. Buceo, en el fondo hay un río de metal fundido con orillas de vidrio cortado.

Hipersensibilidad: cualidad exagerada del sistema inmunitario frente a estímulos externos. Ver y oler más, escuchar mejor. Tener una curiosidad por lo oculto. El elemento de la duda es lo que mueve al mundo. 

Gritos de agonía, risas macabras y enfermas. Diversión por la tortura y pasión por el dolor. Me convertí en un demonio.

El lado oscuro del camino, poderes asombrosos. Sentidos agudos y una lógica sombría. ¿Qué precio tiene? Cuando ves las tinieblas y el terror puro vives con esto para siempre, cada momento de cada día hasta el final. Es imposible negar lo que soy, mis acciones lo corroboran más veces de lo que quisiera recordar.

La isla de los muertos, rodeada por algo que no es agua, es silencio líquido. Las voces de los inocentes que nadie escuchó.

La vida se quema rápido, solo quedan los huesos llenos de recuerdos.

¿Dualidad? ¿Genialidad? ¿Inteligencia o fuerza? ¿Plata o sol? Interesante comparación.

Vuelo entre las estrellas, esas bolas de luz que vigilan el lóbrego vacío.


- J. A. Valenzuela

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